Ingenua, tierna y cambiante; el viento marca mi destino. Metamorfosis de un corazón y un alma.

viernes, 14 de marzo de 2014

Mi pasado








-Capítulo 1-
Mi pasado



  


—“Tenía diez años cuando la vi por primera vez...”





Fue un encuentro casual, sin premeditación. Su madre lo había llevado al centro de la ciudad a hacer las compras como cada viernes en la mañana, él observaba todo con tierna inocencia al ver los grandes puestos de fruta, verduras u otras cosas que la mujer necesitaba, siempre lo llevaba de la mano y jaloneaba para que apresurara sus pasos, pero no era culpa suya que todo lo que vislumbraba en el lugar le llamara la atención, siempre había sido un niño curioso con todo lo que le rodeaba. 



Es por eso  que el gran edificio construido al final de la avenida robo completamente su atención, lleno de luces y colores brillantes hizo que soltara la mano de su madre, quien ocupada checando la mercancía del lugar, no notó su huida. Corrió lejos de ella por la acera, perdiéndose entre las personas, en ese momento no entendía que aquello pudo ser muy peligroso para él, solo quería llegar hasta el hombre alto que repartía carteles fuera de la construcción.



— ¡Pasen! ¡Pasen al gran Lune Noire! ¡Hoy tendremos a la Gloriosa! ¡A la espléndida! ¡La bella Patricia! — Un hombre de vestuario estrafalario era quien repartía los volantes, su rostro estaba parcialmente cubierto por una máscara blanca, un sombrero de graciosa forma y con varios cascabeles en las puntas producían ruido al son de su caminar. Cuando el chiquillo se le acercó, sonrió, entregándole una pequeña hoja. — Toma niño, dáselo a tu padre. Alguien tan pequeño como tú, aún no puede entrar.   



El menor toma el trozo de papel, en él podía verse el rostro de una bella mujer de castaña cabellera que apenas le llegaba debajo de las orejas, no traía ni gota de maquillaje en el rostro creando una imagen andrógina. Estaba sentada sobre una cama de sábanas blancas, vestía un corseé del mismo color que hacia énfasis a sus pequeños senos pueriles. El  infante sonríe al ver a tan hermoso ángel.



— ¿Ella vendrá aquí hoy? — El hombre voltea a verlo y asiente.



—Así es, ella honrará con su presencia este lugar. ¿No crees que es hermosa?



—Sí



El menor  observaba embelesado la imagen,  no sabía quién era esa mujer, pero era mucho más bella que cualquier fémina que hubiera conocido hasta entonces.



— ¡MinHo! ¡MinHo! 



El niño voltea asustado al escuchar los gritos de su madre, ella corría con el rostro sonrojado y una mueca de enfado en él. 



— ¿Cómo te atreves a irte así? — Al llegar a su lado toma uno de sus pequeños brazos y lo jalonea lejos de aquél lugar de perdición. — ¡Solo espera que le cuente a tu padre!



— Pero Omma…



— ¡Cállate! — Da un bofetón a la pequeña y suave mejilla del menor. —Vamos a casa de una buena vez.



El chiquillo lleva su mano al lugar, está acostumbrado a esos arranques por parte de su madre, se deja guiar de nuevo por la mujer, sin embargo, no puede apartar la mirada de aquella dama de papel.



Desde ese momento su vida cambió para siempre, su gusto por la música y el baile fueron creciendo día a día, sobre todo su admiración hacia Patricia, le gustaba la voz grave pero femenina, el hechizo que causaba a su auditorio al cantar, la sensualidad con la que se desenvolvía en el escenario. ¡Era toda una Diva!



Su obsesión era tal, que convenció a su padre para que le comprara todo referente a ella, no fue difícil porque siempre accedía a todos sus caprichos. Se hizo cada producto existente en el mercado: discos, posters y vídeos. En su pequeña alcoba se podía vislumbrar diferentes pancartas con su rostro, incluso llego a tomar un camisón de su madre para “recrear” alguno de sus performances favoritos.



Siempre con la ilusión de seguir el camino que ella había trazado. 



~***~



Era martes por la tarde, las clases habían terminado temprano, y MinHo no tenía con quien jugar, decidió aprovechar el tiempo, así que, corrió hasta casa para poder ensayar antes que su Omma llegara de hacer las compras,  solo tenía algunos minutos para hacerlo. 



Al llegar a su hogar, se precipita escaleras arriba hasta su habitación, tira sin cuidado su mochila y se desviste de forma rápida; de lo más profundo de su ropero saca un batín de seda blanca con encaje negro, vistiéndolo de forma inmediata. 



Una sonrisa ilumina su rostro al ver su reflejo en el vidrio de la ventana, el camisón le llega por debajo de las rodillas, su cabello se ondulaba de forma natural sobre sus mejillas, dándole a su rostro un toque tierno e inocente. Camina con pequeños brinquitos hasta su grabadora, hincándose frente a ella, pone un disco en esta antes de cerrarla y dar "play". 



El sonido de un acordeón se puede escuchar en la habitación, Minho brinca a su cama y baja uno de los tirantes del blusón dejando descubierto sus hombros, en sus manos lleva un cepillo capilar que usa como micrófono, su voz copia a la que escucha con tonos suaves.



— Faudrait pouvoir jeter

Tous les mannequins d'osier

Du haut d'un grand pont

Ces fantômes oubliés

Ces ombres du passé

Qui nous espionnent.



Su francés es un poco torpe dada su edad, pero no le importa. Se deja guiar por el sonido de la música, contoneando su menudo cuerpo al son de ella, sus ojos se entrecierran y observa a su “público”, que son todos sus peluches y algún otro juguete.



El niño está tan concentrado en su actuación que no escucha la puerta de abajo abrirse, ni el grito de su madre al llamarlo para que baje a ayudarle con las bolsas. Un tanto molesta, la dama sube al segundo piso donde el sonido del piano inunda el lugar, así como la voz de su pequeño hijo, abre sin más la puerta de su recámara y observa con sorpresa al chiquillo vestido con el batín que creía perdido.



— ¡MinHo! — Enfadada toma a su hijo por un brazo y lo baja de la cama de forma brusca. — ¿¡Qué haces con mi ropa!?— Se sienta sobre la mullida cama colocando al menor en sus piernas. — ¡Esta vez fuiste demasiado lejos! — Levanta el camisón hasta dejar descubierto el trasero del pequeño.



— ¡Omma No! 



El castaño sabe lo que se avecina, su madre era ferviente creyente y es por ello que su educación siempre estuvo basada en el catolicismo, así que, no era de extrañar ese tipo de escenas. Cierra los ojos esperando el primer golpe, pequeñas lágrimas resbalan por su rostro al sentir ese y varios más.



—Debes aprender a respetarme, no puedo dejar que  te alejes del camino del bien.



— ¿No crees que ya es suficiente HyoMin? — Un hombre de tez clara y cabello negro entra a la habitación, toma en sus brazos a Minho y lo aleja de la mirada airada de su esposa.



— ¡Appa! — Minho se abraza a él y esconde su rostro sonrojado en su pecho.



— Él debe aprender a comportarse querido.



— ¿Volvió a tomar tú ropa? — El hombre acaricia la suave cabellera de su hijo intentando tranquilizarlo.



—Sí,  eso no es normal, ¿te imaginas lo que dirán los vecinos si lo ven corriendo por la casa con MI ropa?



— ¿Eso es todo lo que te importa? — El hombre observa molesto a su mujer.  — Nuestro hijo solo debe de estar en una fase, pronto se le pasará—  Alza a Minho como avioncito. 
— ¿Verdad campeón? — Lo lanza al aire y lo atrapa. El pequeño solo ríe ante esto. —Esta noche te llevaré con los chicos para que vean tu show, ¿qué te parece?



— ¡Eso será genial Appa! — HyoMin sale molesta del lugar, una vez que a su esposo se le metía una idea en la cabeza, no había poder humano que la cambiara.




—Et les regarder passer

Sur la rivière gelée...

Faudrait pouvoir jeter



Su padre lo había llevado a un barcillo del barrio, su mejor amigo era el dueño y le había permitido que MinHo se presentara en el escenario. No lo había cambiado, seguía llevando el blusón blanco y un par de sandalias  que hacían juego. Esta vez un micrófono estaba cerca de sus labios haciendo resonar su voz por todo el bar, caminaba por el estrecho escenario observando desde ese lugar a los presentes.



—Comme les poupées cassées

Les pierrots abîmés

De la mémoire.



Se sienta en la orilla y cruza sus piernas, hace movimientos sensuales con sus manos intentando imitar los de Patricia. Puede escuchar el barullo que su padre y sus amigos hacen a su persona, esto lo hace sonreír. Una vez concluida la canción  Noah corre hacia él cargándolo entre sus brazos.



— ¡Ese es mi pequeño! —  Da un par de vueltas con él haciéndolo reír.



—Tú hijo es muy talentoso Noah, realmente parecía que teníamos a la bella Patricia en este local.



—Lo sé, por eso dejo que sea libre y que no crea que es malo, como HyoMin le hace ver. — Baja al pequeño y le entrega una botella de refresco de cola, deja que el menor pasee por el lugar a sus anchas, después de todo esa era su noche.



MinHo puede percibir el olor a alcohol y tabaco que despide su padre, aunque no está muy seguro si es solo él o es el lugar en donde están, se aleja de los dos hombres que conversan animadamente con las mejillas sonrojadas por la bebida. Se sienta de nuevo en la orilla del escenario y juguetea con sus piernas; observa la cantidad de hombres que hay en el bar, la gran mayoría de ellos de la edad de su padre, no había ni una sola mujer en la estancia. Ríe al notar una pequeña discusión entre dos amigos de Noah porque uno de ellos había aludido que su inocente belleza era mayor que la hija de la otra persona. Después de su observación, da un trago a su bebida, esta causa un gesto de incomodidad por las burbujas. 



Aburrido ya, decide bajar y pasearse por el lugar, sin embargo la voz de un hombre detrás de suyo llama su atención.



— ¡Hey Niño!



MinHo voltea a verlo indiferente, se nota muy tomado y le es difícil hablar con elocuencia, ni siquiera es capaz de mantenerse de pie de forma equilibrada.



—He visto tu show chico, eres muy erótico ¿sabes? — Una risa socarrona sale de sus labios, con mano temblorosa saca de entre sus ropas, su miembro erecto con un rastro blanquecino en la punta. —¿Ves cómo me has puesto?— Juguetea con el frente al rostro del niño.



El castaño lo observa curioso, aún tiene la botella sobre sus labios, sin embargo, el aroma que despide la bebida gaseosa no opaca el fétido olor de aquel sujeto.



—Esto sabe mejor que tu refresco, ¿quieres probarlo?— Se acerca al menor, observa con lujuria la pequeña boca  de sonrosados labios.



El chiquillo, asustado, deja caer la botella de vidrio rompiéndose al chocar contra el piso.



— ¡Aléjate de él bastardo!— Noah da un puñetazo en el rostro del sujeto haciéndolo tropezar y caer. Una vez en el suelo lo patea hasta cansarse pero es detenido por un par de hombres más.



— ¡Tranquilo Noah! Ese imbécil no vale la pena, llévate a tu hijo que la patrulla ya viene.



El joven pelinegro asiente y se limpia el sudor de la frente, con la mirada busca desesperado a su pequeño niño. MinHo está debajo de una de las mesas asustado y tembloroso, sale de su escondite al ver el rostro de su padre enfrente de él.



— ¿Estás bien? — Recibe un asentimiento por parte del castaño. Con cuidado lo jala para cargarlo entre sus brazos. —Vamos a casa.



—"Mi padre siempre fue un héroe para mí."



Sin embargo no todo pudo seguir así de bien. La empresa automotriz en la que su padre trabajaba quedó en bancarrota, ocasionando un sin número de despidos entre los que se encontraba Noah, que cayó en  depresión y aumentando su alcoholismo. La madre de MinHo, en un intento desesperado de salvar su matrimonio (y a su familia) buscó trabajo como mucama de una familia adinerada, por lo cual casi nunca se encontraba en casa. Por esto, MinHo terminó aprendiendo a cocinar y diversas labores del hogar a una joven edad.



Esa tarde, era uno de los días en los que Noah salía de su alcohólico estupor. Su cuerpo que en años anteriores se apreciaba hasta cierto punto atlético, ahora era bofo, su barba estaba crecida y sus ojos se encontraban nublados.



—Regresaste temprano… 



Observa como la puerta principal es abierta con sigilo, MinHo entra cabizbajo; sus rodillas están sucias al igual que su uniforme y en  una de sus mejillas puede notarse un golpe rojizo.



— ¿Qué ha ocurrido?



—Me llamó maricón



— ¿Quién?



—El hijo de la lavandera, Eric— Continúa su camino hasta las escaleras. Sentándose en el penúltimo escalón.



—Supongo, que ese chico se ha encaprichado contigo —Quita el cigarro que tenía sobre sus labios exhalando el humo de este, lo apaga en  el cenicero que se encuentra en la mesilla de noche. —Canta algo para mí— Su voz es ronca y su respiración pesada.



MinHo  lo observa unos segundos antes de cantar en tono bajo, algo grave, pero suave a los oídos de su padre.



—Les hommes qui passent pourtant

Qu'est-ce que j'aimerai en voler un

Pour un mois pour un an

Les homrnes qui passent maman

Ne m'donnent jamais rien que d'l'argent.



Su padre observa embelesado la belleza juvenil que desprende el castaño, su canto es hipnótico y lo embriaga completamente dejándolo en un estado febril; con movimientos torpes se acerca al menor y lo acorrala contra la alfombrada superficie.



 "Yo amaba a mí padre."



Noah besa de forma hambrienta la diminuta boca de Minho, este con dificultad corresponde, rodea con sus delgados brazos el cuello de su padre. El pelinegro lo alza y lo coloca sobre sus piernas, baja rápidamente el pantalón y juguetea con el pequeño miembro así como la parte trasera de su cuerpo. El menor simplemente se deja hacer, no hay temor en su mirada solo confusión.



—Sigue cantando MinHo. — Le dice con voz ronca.



Minho apenas y puede seguir  las órdenes de su padre, le falta el aire y su cuerpo arde.

  

“Tal vez demasiado….



Ambos cuerpos encerrados en éxtasis no escuchan como un automóvil aparca fuera de casa, ni el sonido de un par de tacones bajar de él, ni como el cerrojo de la puerta era abierto. Mucho menos el ruido seco de una bolsa, llena de despensa, al caer sobre la alfombra.



HyoMin había salido temprano del trabajo e hizo las compras como cada semana antes de regresar a casa, nunca imaginó encontrarse con aquella escena, de forma autómata camina a su alcoba y del closet saca un arma pequeña. Con pasos presurosos regresa a la sala, la imagen presente se distorsiona con las lágrimas no derramadas. sus manos tiemblan al apuntar a su marido, no quiere verlo, ni saber de él. ¿Cómo era posible tal atrocidad? Su niño, su pobre hijo... Dispara sin más dando directamente en la cabeza. Después, deja caer su cuerpo sobre la alfombra, su mirada está perdida, como en trance, sin embargo un camino de cálidas lágrimas hay en sus mejillas.



MinHo queda mudo y en shock, el peso muerto de su padre lo ahoga pero no hace nada para quitarlo, puede sentir un cálido líquido resbalar, la sustancia de color rojo carmesí ensucia la polera que vestía así como parte de su rostro.



Siendo sincero no recuerdo bien que ocurrió, solo fue un fuerte estruendo…. 
Llegó la policía y mis padres ya no estaban a mi lado.
Días después, mi profesora me hizo vestirme con mi mejor traje…"



Un automóvil de segunda mano conduce despacio por la carretera, en él puede verse a una mujer de edad madura con cabello rubio mal tinturado, su rostro esta vagamente cubierto por un par de gafas de montura gruesa, se le nota nerviosa y malhumorada.  



—MinHo, escúchame.



El mencionado no dice nada, de hecho, desde el fatídico día no había pronunciado palabra alguna solo miraba por la ventana el verde paisaje del camino.



— ¿Seguirás sin hablar?



Silencio.



— Sabes que tú padre está con el señor ¿cierto? Y que tu madre sigue con nosotros pero, no se encuentra bien y  fue lejos para recibir tratamiento, no podrá regresar a casa por un tiempo.

  

Minho voltea por fin pero no dice palabra alguna. La mujer suspira y entra por un pequeño camino de terracería, un edificio de color gris se vislumbra al fondo, grandes torres lo custodiaban dándole un lúgubre aspecto. El carro aparca en la entrada con puertas de roble.



—Aún eres joven MinHo y tal vez no entiendas por qué lo hago, pero tú debes estar con niños de tu edad y que han pasado lo mismo que tú. — La mujer voltea intenta hacer un amago de sonrisa para tranquilizar al castaño, pero este la ignora y sale del automóvil, en una de sus manos lleva una maleta llena de ropa.  Observa con curiosidad el inmueble, más que escuela parece una iglesia, silenciosa y tétrica. De la puerta sale un hombre calvo,  su rostro es de rasgos fuertes y no se ve muy amigable que digamos.



—Bienvenido, puedes sentirte como en casa. — El tono usado no era precisamente amable, había un atisbo de burla en el.



“El orfanato fue una pesadilla. Las sábanas estaban llenas de mugre y las camas olían a orina… Sin mencionar el fuerte acoso que sufría por  de los demás niños. Todo era por recibir más raciones de comida y mi apariencia tan femenina…”



Un grupo de jóvenes se encontraban encerrados en uno de los cubículos del baño, tenían sometido a MinHo semidesnudo apenas vestido con la camisa del uniforme, lo tenían abierto de piernas, cada uno de ellos sostenían una pierna o un brazo mientras el mayor de ellos jugaba con un par de tijeras muy cerca de la hombría del menor.



— ¿Así que eres la ramera del cocinero?



—Me pregunto si así consiguió más raciones de comida…



— ¿A qué sabe el pene del cocinero?



—Oh, es tan cálido y dulce, se derrite en mi boca…— Uno de los chicos habla con tono afeminado. Los demás ríen ante el chiste golpeándose entre ellos celebrando.



— ¡Vamos MinHo, di algo! —  Toma el rostro del castaño apretando sus mejillas, sin embargo este no dice nada.



—Eres una chica ¿verdad?



—Entonces, ¿no lo necesitas cierto? — El joven que jugueteaba con las tijeras toma la entrepierna del menor y sonríe con sádica satisfacción. — ¿Debería cortarlo entonces?



— ¡Córtalo!, ¡Córtalo! — El séquito de idiotas coreaban animándolo. Ninguno esperaba el tremendo grito que el menor pegó.



— ¡Noooooooooooooooooooooo!




Asustados dejan al castaño y salen del cubículo, siendo encontrados por el rector del piso obligándolos a confesar el porqué de su huida. Al entrar al baño encuentra a Minho tal y como lo habían dejado: atado y desnudo.



— ¿Estás bien?



—Sí señor ,pero, ¿sería tan amable de desatarme?



—“Tras haber soportado esa tortura durante un año entero.

Ya había llegado a mi límite.

Debía solucionar mis propios problemas.”


Una vez salió del baño, MinHo fue a la habitación donde sabía estarían el cuarteto de trogloditas que eran sus compañeros. Los encontró escondidos debajo de la cama, revolcándose en la mierda como los cerdos que eran.



— MinHo, tu voz...— Uno de ellos asoma su cabeza temeroso.



—Hola títeres.— El tono usado es alegre, al igual que su sonrisa, no así su mirada; esta era profunda y llena de rencor. —¿Se divirtieron jugando conmigo? 



Camina lentamente hasta la cama, arrinconando al séquito de idiotas debajo de ella.



—Nunca quisimos lastimarte, solo jugábamos.— El mayor logra decir con voz entrecortada. en aquella situación no era tan valiente.



—Solo jugaban....— MinHo se sienta en una de las camas, observando a su alrededor, sonríe con petulancia al notar el cesto de basura lleno de hojas de papel. Se vengaría pero no ensuciaría sus manos con aquellos tipos. 


—Yo también quiero.— Se levanta hasta el escritorio destartalado de madera apolillada, abre los cajones y busca con desesperación algo. Los chicos lo observan apretujados debajo de la cama, a pesar de ser tan femenino, el castaño despertaba un aura temible que ellos nunca habían visto.


MinHo ríe al encontrar la cajilla de cerillas que estaba buscando.



—Así que, ¿solo jugaban conmigo?



—Sí....



— Ya veo...— Con una sonrisa amable, voltea ver a los chicos. — Entiendan algo, soy mucho mejor persona que ustedes, más inteligente. Ustedes se quedarán aquí encerrados y pensarán en lo que me han hecho y yo no diré palabra alguna de acuerdo?



Los demás asienten saliendo debajo de la cama.



— Muy bien. 



Con paso tranquilo sale de la estancia. Los chicos al verse solos ríen.



— Maldito afeminado, será idiota si cree que haremos lo que nos pide. 



—Chris, mira....



El muchacho más regordete llama la atención del más alto, señala asustado el bote de basura, este se encuentra en llamas cada vez más grandes.



MinHo sonríe al escuchar los gritos al interior del cuarto, sería mejor ir a buscar a un superior, tampoco deseaba que esos idiotas murieran, solo quería que lo dejaran en paz.



Semanas después llegó la madre superiora a la habitación de MinHo pidiéndole que fuera a la oficina del director, ella seguía sorprendida por  la voz cantarina y los buenos modales con los que se comportaba.  Hizo que colocara sus pocas pertenencias en un maletín y vistiera sus mejores ropas y el castaño entendió. Comprendió que por fin se libraría de aquél lugar tan deprimente, hace una pequeña venia y sigue a la mujer hasta la oficina del director.



—Padre, MinHo está aquí.



—Oh, déjalo que pase por favor.

  

El menor entra en la habitación encontrándose con dos hombres en ella.



—Buenas tardes MinHo, quiero presentarte al Sr. Choi Siwon, el será tu nuevo padre. — El mencionado se levanta del sillón donde se encontraba y hace una venía al presentarse. Sonríe con amabilidad al castaño.



— ¿Padre?



—Así es, verás soy un gran benefactor de este orfanato y desde que vi tu foto en los expedientes me di cuenta que podrías volverte una persona de gran valor, es por eso que he decidido adoptarte y desde este momento pasarás a ser un miembro de la familia Choi.



Minho sonríe, se acerca al otro y lo abraza no puede evitar que un par de lágrimas resbalen por sus mejillas, más recompuesto y apenado se separa del mayor y le ofrece su mano.



—Mucho gusto “Padre”.



—“¿No dijo el Señor, hagan lo que se ha de hacer?”

  

MinHo fue criado en  la ciudad de Lyon en Francia, su padre  era francés y su madre era de ascendencia sur coreana así que no le importó mucho el enterarse que iría a ese país.



Siwon le había dicho que su familia tenía un prestigioso colegio en la capital, Seúl, era muy parecido a un internado ya que los estudiantes dormían en los campus cercanos a la institución y era exclusivo para los hijos varones de familias adineradas; lo único que le hizo fruncir el ceño fue el enterarse que era una escuela meramente católica.



—En generaciones anteriores de nuestra escuela el 50% de los muchachos terminaban siendo clérigos, pero los tiempos han cambiado y ahora solo es cerca del 7%, casi todos prefieren una carrera profesional, ya sea en el área de economía, derecho, medicina o siguen como profesores de nuestra escuela. 



Siwon le daba un pequeño tour por el colegio. MinHo sin embargo veía un tanto indiferente a su alrededor, debía admitir que el lugar era impresionante, con sus grandes jardines bien podados. La escuela estaba dividida en varios edificios, dependiendo del grado que se cursara, de 1er grado hasta el 5° estaban en el edificio noroeste, del 6° al 9° en el sur y la universidad era el más grande y céntrico del lugar.



— ¡Profesor Kim! — El pelinegro grita a un profesor que vestía un traje color gris, sus rasgos son delicados, algo femeninos, su tez es clara y un lunar adorna una de sus mejillas. Este voltea y hace una inclinación educada.



—Buenas tardes Siwon-sshi.



— ¿Qué te he dicho de los formalismos? Puedes llamarme solo Siwon— El hombre pelirrojo hace un movimiento despectivo con la mano negando tal petición.

  

—Por muy amigo seas de Yunho sigues siendo mi jefe— En ese momento parece notar la presencia del menor, lo mira con curiosidad y le regala una sonrisa amable. —He de suponer que él es tu nuevo protegido.



—Sí, pero no lo digas de esa forma, es mi hijo Choi Minho y será el nuevo heredero de mi familia. Pero no hablemos de eso ahora, necesito que le muestres por completo las instalaciones yo tengo una junta urgente con el directivo.



—Lo siento mucho pero tengo clase— Su rostro se nota preocupado, el generalmente tiende a ayudar en todo lo que puede a sus alumnos, sin embargo el recuero de uno de ellos le da una idea. —Ya sé quién puede hacerlo…— Con prisa observa a su alrededor, al ser cambio de clase, el patio se encontraba lleno de estudiantes así que le fue un poco difícil ubicar a un joven de tez morena y altura considerable, su cabello era negro pero ligeramente quebrado, este cubría parcialmente su rostro dándole un toque enigmático.  — ¡Changmin-sshi! ¡Shim Changmin!



El aludido iba bastante concentrado en una lectura pero voltea al escuchar su nombre.



— ¿Sí, Señor?



— ¿Podrías mostrarle al nuevo estudiante el campus? Ahora mismo tengo muchas cosas que hacer.



—Te lo dejo a ti Shim— Siwon da un par de palmadas en uno de los hombros del joven moreno antes de sonreírle a él y a Minho, se aleja del lugar junto con el profesor de literatura Kim Jaejoong.



El morocho voltea a ver a Minho quien lo observa intrigado, este no dice nada pero lleva sus brazos detrás de su espalda y se balancea lentamente.



—Encantado de conocerte, soy Shim Changmin.



—Mi nombre es Choi MinHo. Igualmente.




—“Curiosamente, una de las cosas que aprendí en esta escuela es que….
Los caballeros nos prefieren castaños….”


0 comentarios:

Publicar un comentario

© Ivanna Hwang, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena